Cifras globales de Unicef indican que 1 de cada 7 adolescentes entre los 10 y 19 años sufre un trastorno mental en el mundo. En el último año, especialistas alertan de un aumento en las consultas de salud mental en menores de 15 años. Al respecto, la psicóloga de Nueva Clínica Cordillera, María Jesús Mena, enfatizó en la importancia de desmitificar la creencia que la depresión es “cosa” de adultos, y resaltó el rol del acompañamiento y la contención emocional desde la familia.
Santiago, 25 de enero de 2022.- Según estadísticas de Nueva Clínica Cordillera, durante el 2021, las consultas totales de salud mental en niños y adolescentes menores de 15 años aumentaron en más de un 470%, respecto al año anterior. Una realidad que preocupa, en especial, cuando existen más de 280 millones de personas, en el mundo, que padecen depresión, lo que aumenta la preocupación de los profesionales del área
La pandemia y los confinamientos han generado instancias perjudiciales para la salud mental, en especial de los más pequeños. Estimaciones de Unicef alertan que uno de cada siete adolescentes entre los 10 y 19 años padece algún trastorno de mental diagnosticado. Al respecto, la psicóloga de Nueva Clínica Cordillera, María Jesús Mena, sostuvo “que la infancia y la adolescencia son períodos cruciales del desarrollo humano. Durante este tiempo, los niños experimentan diferentes cambios, tales como físicos, neuronales, cognitivos, emocionales y en sus interacciones sociales”.
“El confinamiento redujo todo a un mismo espacio físico (trabajo, actividades escolares, cuidado de menores, actividades domésticas, etc.), las rutinas se vieron alteradas y las actividades recreativas limitadas, lo que se tradujo en un aumento de la carga mental y emocional, tales como la incertidumbre, el miedo, la ansiedad, aburrimiento, angustia, tristeza, entre otras”, puntualizó la profesional.
En este contexto es importante desmitificar la creencia que los niños no tienen problemas y preocupaciones o que la depresión es sólo una patología de los adultos. “Se tiende a asumir que la infancia y la adolescencia son momentos de felicidad”, explicó Mena. Sin embargo, de acuerdo a la especialista, datos del Departamento de Estudios y Desarrollo de la Superintendencia de Saluddemuestran que la mayoría de los trastornos de salud mental en adultos, se originan principalmente durante la infancia o la adolescencia.
A su vez, Mena sostuvo que el trastorno depresivo es un trastorno del ánimo, por lo cual su sintomatología dependerá del tipo de trastorno que se esté enfrentando. “En el caso de los niños, más que expresar tristeza, los niños verbalizan aburrimiento o enfado y se pueden mostrar más desafiantes. De manera complementaria, se puede apreciar una disminución importante del interés, perdida o aumento del apetito, sentimientos de inutilidad o culpabilidad, alteraciones del sueño, entre otros”.
La profesional de Nueva Clínica Cordillera explicó que la literatura ha dejado en evidencia que la presentación clínica de estos cuadros varía según el nivel de desarrollo del niño o niña. En este sentido, Mena explica que “en los niños pequeños (0-6 años), se observaría un malestar y decaimiento, pérdida o no ganancia de peso, trastornos del sueño y retraso en el neurodesarrollo. Mientras que prepúberes es más frecuente la irritabilidad, la anhedonia (quejas de aburrimiento), agitación psicomotriz, quejas somáticas, tales como cefaleas o dolor abdominal, así como también síntomas de ansiedad (separación, miedos y fobias) y trastornos de conducta”.
Por otra parte, en los adolescentes y jóvenes es más probable encontrar emociones, tales como ánimo triste e ideas de suicidio, irritabilidad, trastornos de la conducta y conductas de riesgo. “Con frecuencia, los adolescentes deprimidos presentan síntomas depresivos atípicos, tales como hipersomnia, aumento de apetito, indiferencia y aplanamiento emocional y letargia”
Para la especialista, la intervención temprana tiene beneficios directos, donde más allá de las actuales iniciativas y planes de salud mental, que sin duda son fundamentales para la contención de la enfermedad, es necesario educar a padres y cuidadores en materias de crianza respetuosa. “Si queremos llegar a los niños de otra manera, primero tenemos que trabajar en nosotros mismos, tú calma, será su calma. Es necesario convertirse en la base de contención emocional. Cómo padres, cuidadores y educadores somos un fiel espejo en donde se pueden ver reflejados en nuestras palabras, expresiones y acciones”, indicó María Jesús Mena.
En este sentido, la experta explica que para poder acompañar no sólo hay que quedarse con la punta del iceberg, sino que es necesario hacer esfuerzos para comprender el propósito de la conducta. “Los niños no tienen la madurez cerebral para autorregularse, y por tanto necesitan de los adultos para hacerlo. Por ello, cuando los acompañamos y validamos su pena, rabia y/o frustración, pueden aprender a identificar la emoción y comprender que estas no son ni buenas ni malas y que ellos no son un error”.
Entonces ¿Qué podemos hacer? La psicóloga de Nueva Clínica Cordillera, María Jesús Mena, recomendó aprovechar estos días de vacaciones de los niños para crear rutinas de verano, con diferentes actividades que sean acordes al contexto familiar y edad del menor. “A los niños de hasta los 6 años, les cuestan los cambios, ya que no tienen noción del tiempo, por lo que la rutina les entrega estructura, permitiendo que el día sea predecible, evitando así la sensación de incertidumbre y sentimientos de irritabilidad que se pudiesen generar”, explicó la psicóloga.
Mientras que para las vacaciones familiares, la profesional sugiere crear espacios para compartir, desconectarse del “piloto automático” y sintonizar con las necesidades de los niños y adolescentes, lo que implica concretar actividades lúdicas y recreativas, tales como juegos de mesas, actividades manuales, visitas a museos, parques de diversiones, plazas, paseos en bicicletas, caminatas. Así como también aprovechar los itinerarios que ofrece el ámbito público (municipalidades) y los privados.