El presbítero Julián de Landa, quien adquirió las tierras de Quilpué en 1586 y plantó las primeras viñas, fue el pionero en la producción de vino en el valle de Marga Marga. Con él nace la historia vitivinícola que durante cientos de años ha permanecido como una tradición, principalmente ligada a la producción artesanal, legado ancestral que aún permanece vivo con emprendedores como Carolina Alvarado y Arturo Herrera.
Se trata del proyecto familiar Viña Herrera Alvarado que nace hace 15 años, primero en la localidad de Quebrada Escobares, luego en Los Perales, para instalarse finalmente en el fundo San Jorge, sector El Sol de la comuna de Quilpué, donde hoy tienen una exclusiva producción de vinos naturales con centenarias cepas como la chardonnay, sauvignon blanc, pinnot noir y país.
Nacidos y criados en la zona -Carolina, ingeniero agrónomo, y Arturo, técnico agrícola- de alguna manera siempre estuvieron ligados a la producción vitivinícola y casi naturalmente llegaron a la producción artesanal de vinos y sin buscarlo hoy están siendo reconocidos en Chile y el extranjero por la calidad de sus mostos. Lo más reciente, un Premio a la Innovación del Vino Chileno, organizado por Revista del Campo y Revista Wikén de El Mercurio, con un natural blanco 2016 (sauvignon blanc) que obtuvo el primer lugar en la categoría Vino Innovador Zona Central Costa.
También hace un año formalizaron la Cooperativa Vitivinícola Marga Marga que integran seis familias, dos de Casablanca y cuatro del Valle de Marga Marga, todos productores de vino artesanal. Esto les permitió a través de Pro Chile viajar a Europa donde pudieron mostrar su producción:
“Ahora lo que estamos haciendo es iniciar un proceso de exportación con apoyo de Prochile. fuimos a tres países: Italia, Holanda y Bélgica a validar y revisar con los expertos nuestro vino natural. No se conoce a Chile con este concepto y llegamos a Génova donde está Triple A, que es como el referente en vinos naturales, probaron el vino y gente muy experta aprobó nuestros vinos y ¡alucinaron! En estos días se va una primera partida a Francia porque tenemos una relación fuerte con un importador y distribuidor francés», comenta Carolina con entusiasmo.
APOYO DE INDAP
Este emprendimiento familiar cuenta hace tres años con el apoyo de INDAP. Arturo es parte del Servicio de Asesorías Técnicas (SAT orgánico) y ha sido beneficiado con proyectos de inversión y créditos. “He recibido asesorías para elaboración de compost, biopreparados, manejo orgánico y sustentable de la viña que le dan otro nivel a la uva. He sido beneficiado con una chipeadora a través de un PDI para incorporar al suelo los restos que se van sacando de la viña y ser reutilizado en compostaje, así como créditos para algunos insumos. Ha sido importante el apoyo de INDAP, porque el manejo orgánico de la viña, las parras y la tierra es esencial”, explica Arturo.
Lo que viene después del manejo sustentable de las parras es un largo proceso artesanal que comienza con la cosecha de la uva (vendimia). Carolina comenta que se hace todo a mano y posteriormente se pasa a la etapa del pisado de la uva en lagares de cuero de vaca que son traídos desde Colliguay respetando una antigua tradición local (Lagar: recipiente donde se pisa la uva para obtener el mosto, separando el hollejo de la pulpa).
“Luego se macera quince días, el hollejo se empuja hacia el líquido (remontaje) y se pasa al proceso de prensado, en el caso de los tintos se extrae el vino y pasa a guarda lo que se hace en barricas muy viejas de tercer y cuarto uso. Ahí empieza el proceso de acompañamiento donde los tiempos no son estrictos, son de acuerdo a las curvas de fermentación en las barricas donde constantemente se está escuchando la fermentación, probando y analizando el proceso” comenta Carolina.
En las etapas finales se hacen análisis con laboratorios externos lo que permite validar que los vinos no tienen presencia de químicos. Los vinos naturales pueden estar en guarda un año o más dependiendo de cómo actúa en cada barrica.
Todo este trabajo se traduce en vinos que sorprenden amablemente al paladar, donde se encuentra a la cepa sin ningún maquillaje. “Es la honestidad de la cepa” aseguran ellos. En el caso de los blancos como el Chardonnay es una sorpresa, por su frescura, suavidad y aromas. También producen tintos como el pinot noir y país, con cepas de más de cien años.
Los vinos artesanales se producen en cantidades pequeñas. Actualmente este emprendimiento familiar tiene 1,5 hectáreas de producción con cerca de 2 mil botellas al año de una cepa y dos mil de otra, en total alrededor de 7 mil botellas con todos los integrantes de la cooperativa.
Para la comercialización esta familia, con el apoyo de sus tres hijos, ha desarrollado lo que han llamado la “cata social” que realizan todos los domingos de cada semana gratuitamente, a las 6.30 de la tarde en verano y a las 11 de la mañana durante el invierno, en las viñas que tienen en el Fundo San Jorge, en medio de un sobrecogedor bosque nativo.
“En estas mismas catas participan algunos chefs o sommelier que llevan nuestros vinos a sus vinotecas y restoranes. Hace poco tenemos un punto de venta pequeño en el restaurant Vinicio en Valparaíso que tiene una colección de vino de autor y estamos viendo la posibilidad con un restaurant de Quilpué que quiere apostar por nuestros vinos. También hacemos entrega a domicilio entre Limache y Valparaíso por sobre 6 botellas. Los vinos van entre los 5 mil y 10 mil pesos”, precisa Carolina.