Abel Cortez Ahumada, Doctor en Historia, Historiador.
Niños y niñas alegres, encantados, maravillados, por recorrer en familia unos trozos de pasados dispersos en la ciudad. Familias, amigos, parejas, redescubriendo trechos visibles, objetivados ahí, pero propios, en un devenir complejo que colocaba a esos documentos y a esos espectadores-visitantes, en el camino de un trayecto que indefectiblemente, por una u otra parte, los unía. La historicidad de unos sujetos y unos artefactos manifestantes de ella, en el Día del Patrimonio, de todos los patrimonios que se abrieron a lo largo del país. Unos más institucionales que otros, pero patrimonios diversos, ricos, donde cada vez más organizaciones de la sociedad civil abren sus puertas. Espacios todos para la exhibición, educación, diálogo respecto de manifestaciones de la cultura y la historia, interpelando en múltiples hebras a miles y miles de ciudadanos que se reconectaban con la historicidad del conjunto de la sociedad, del país, de la región, del territorio, de su ciudad.
Una búsqueda incesante de sentido. Emotivo, cultural, colectivo, histórico. El Día del Patrimonio es un indicio, como también lo son los variados éxitos editoriales de divulgación histórica, de programas televisivos y documentales, de una creciente coyuntura que direcciona a grupos cada vez mayores de la sociedad a buscar ejes significativos y fundantes de la narrativa personal y colectiva del quienes somos, es decir, de su propia narrativa histórica. En esa precisa coyuntura, se anuncia por la prensa una ilusa y burocratizante medida del Consejo Nacional de Educación, sobre la electividad del ramo de historia, geografía y cs. sociales en el último ciclo de la educación media, sin tomar en cuenta la participación cabal de expertos, profesores y comunidades educativas. Como si el ciudadano/a, pudiese -en una perspectiva de incremento de su reflexividad humana- optar si quiere, o no, conocer (aprender) de historia, de la historia de aquel colectivo del cual él forma parte, de su propio devenir personal y social, local y global. Es como si le dijésemos a una persona cuando va al psicólogo si quiere optar por reencontrarse con su biografía personal, o en realidad prefiere solo reflexionar en abstracto sobre su pensar y lenguajear, pero sin referencia a su experiencia, ni a su memoria, ni a la construcción procesual de sí mismo y del qué piensa de ello. Incoherente, inconducente, infructuoso.
La enseñanza de la historia, en tanto ámbito fundamental del vivir humano, es irremplazable, y no puede ser optativa, elegible. No es solo el aprendizaje de los errores y virtudes de las sociedades del pasado lo que su busca en historia. Las sociedades tienden a caer, más de lo añorado, en múltiples errores, y también en no pocos aciertos. Independiente de si las coyunturas fueron similares en cada ocasión, es necesario ilustrar y reflexionar sobre cómo aquellas sociedades concretas actuaron y reaccionaron en determinadas experiencias pasadas. Pero además, la asignatura de historia, geografía y ciencias sociales posee una centralidad e importancia no reemplazable ni optativa, que es la de insertar al estudiante en el devenir de su sociedad, instarlo a que reconozca su pertenencia personal y social en ese derrotero, haciendo inteligible los procesos históricos del cual él y su comunidad forman parte. Entrega informaciones, interpretaciones, imágenes, invitando a pensar cómo se ha ido estructurando históricamente el presente en el que habita. Herramientas y recursos formativos que no pueden ser elegibles, deben educarse, informarse, apropiarse durante todo el proceso educativo escolarizado.
En 3ro Medio, los Objetivos Fundamentales y los Contenidos Mínimos Obligatorios buscan educar sobre el desarrollo histórico del país en el siglo XX, siglo crítico para entender la sociedad chilena actual, donde se vivieron grandes trasformaciones sociales, políticas, económicas, territoriales, desde las crisis de su inicio, los ambiciosos proyectos integradores de su medianía, como el quiebre de ese derrotero por el golpe de Estado, la dictadura, la instauración del neoliberalismo y la transición hacia a la democracia, en sus últimas décadas. Son procesos complejos, que deben tratarse por etapas y a nivel de conjunto. Poner estos contenidos como optativos, es atentar directamente contra la comprensión crítica de una historia viva que estructura el presente, justo cuando los estudiantes comienzan a relacionarse con el mundo social y poseen las primeras ideas e inclinaciones políticas.
En 4to Medio el programa está vinculado a la Educación ciudadana, sin embargo, su abordaje se realiza desde la perspectiva de comprender al sujeto y las sociedades en su desenvolvimiento histórico presente, desde el ámbito nacional y global. Y en la práctica docente concreta, muchos profesores refuerzan contenidos del siglo XX, ya que desde ahí estimulan la comprensión de la democracia y el Estado derecho, la inserción de Chile en el mundo, entre otros contenidos mínimos obligatorios de ese nivel.
Como forma de salvar este nuevo autogol del Gobierno, la Ministra Cubillos defiende la medida diciendo que ahora los escolares podrían llegar a tener más horas de historia, si sus liceos o colegios optan por ello, salida retórica facilista, ya que no tiene como asegurarlo. También se argumenta que la asignatura de Educación ciudadana, ahora obligatoria, sería impartida por profesores de historia. Aunque ambos ramos apuntan a formar ciudadanos, sus ejes son complementarios, pero paralelos, el aprendizaje, por ejemplo, sobre cómo funciona el Estado, no reemplaza la educación sobre los distintos signos políticos en diversas épocas que ha tenido -en concreto- el Gobierno, y de cómo éstos respondieron a grupos específicos de la sociedad.
Si se sigue adelante con esta medida, significa hacer renunciar a los ciudadanos a la reflexión situada, perspectivante y diacrónica, compleja, de su devenir que provee la historia. El resultado es censurar una parte fundamental de la historia, en la práctica, una desinformación intencionada para escindir a los escolares de su proceso histórico, desvirtuando la formación de la compleja historicidad del presente, de su presente.
Es concebir a los estudiantes en ese último ciclo escolar como meros operadores parciales en sistemas cada vez más complejos, sistemas que cambian y que son posibles de transformar históricamente, pero sin darles las herramientas conceptuales para reflexionar sobre ello críticamente, en el momento en que comienzan a convertirse en adultos que requerirán de una mirada más densa y plural de su devenir.
Esta es otra medida que busca contener la búsqueda de sentido histórico que expresan en todo el país variados grupos, comunidades y territorios, la sociedad en su conjunto, dificultando la reelaboración crítica de la historia y la memoria del complejo pasado de nuestro Chile contemporáneo.