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¿De qué forma los inmigrantes caribeños modificarán la forma de hablar de los chilenos?

Si bien lingüista, socióloga y fonoaudióloga de la Universidad de Playa Ancha comparten la afirmación de que el verdadero impacto podría conocerse en profundidad en 20 años más, esta última adelanta que sí se generarán modificaciones en el ritmo, pronunciación de las “eses” finales y en el aumento del vocabulario de los chilenos.

En Chile, es cada vez más común entrar a un local comercial y ver que atiende un inmigrante. Para qué decir lo que ocurre en las peluquerías, salones de belleza, restoranes o barberías, donde se registra gran cantidad personas procedentes de Colombia, Venezuela o Haití. Y es que la migración es un fenómeno mundial, al cual la región y el país no es ajena.

La cifra de migrantes ha sido particularmente alta en los últimos años según demuestran los datos que entregan las Naciones Unidas, desde la crisis de refugiados en Europa en 2015. De hecho, en 2017 hubo 258 millones de migrantes en el mundo, un 3,4% de la población, por lo tanto, los desafíos que implica este fenómeno son altos, especialmente para los gobiernos.

¿Y nuestro país? De acuerdo con el INE, actualmente un millón 251 mil 225 extranjeros viven en Chile, lo que corresponde a un 6,6 por ciento de la población del país.  De dicha población, un 23 por ciento es venezolana, instalándose como la colonia inmigrante más grande del país, seguida por Perú y Haití. Si bien la inmigración colombiana aún no aparece liderando estos índices, resulta habitual encontrarse con personas de dicha nacionalidad insertas en distintos puestos de trabajo.

¿Y qué pasa en nuestra región? Según el INE, Valparaíso es la tercera del país que concentra el mayor porcentaje de extranjeros residentes habituales en Chile, con un 6,4 por ciento. Sin embargo, más allá de las cifras económicas, de las estadísticas o del impacto que este fenómeno genera sobre el empleo, nos inquieta saber de qué manera la forma de hablar de los inmigrantes caribeños influye en el hablar de los chilenos.

Para comprender este fenómeno, especialistas de la Universidad de Playa Ancha, aclararon algunos puntos.  Uno de ellos es el doctor Juan Pablo, Reyes, director del Departamento de Lingüística, quien precisa que, si bien el lenguaje es siempre dinámico, aún es muy pronto para asegurar cuál será el impacto que las expresiones, tonalidades y ritmos tendrán en la forma de hablar del chileno.

Sostiene que normalmente, la influencia de estos dialectos latinoamericanos que ingresan a nuestro dialecto es a nivel léxico, y restringido a determinadas actividades o campos del saber.

“Aquí se aprecia un brote de comunidad lingüística interesante, que nosotros llamamos coiné (buscar una unidad de entendimiento), palabras que ocupemos ambos. Este fenómeno se va a ir dando a medida que nos vayamos conociendo y tengamos más cariño por una u otra palabra. Ocurre que nosotros actuamos también afectivamente frente a las palabras y frente a las lenguas”, sostiene el especialista, quien aclara que no se trata de libros de lengua culta y formal, sino del habla de carácter práctico y cotidiano.

Reyes reitera que este fenómeno está aún en ciernes y, por lo mismo, es imposible vaticinar si se va a producir algún cambio o una nueva forma de hablar de los chilenos, aunque no descarta que algún nacionalismo lingüístico aflore.

¿A qué nivel se producen los cambios en el habla? El especialista explica que se pueden generar en distintos ámbitos: a nivel fonético (entonaciones, acento, etc.), que -según precisa- es un cambio superficial y más fácil de influir, y ocurre cuando imitamos la forma de hablar del extranjero; un segundo nivel son los cambios léxicos, que ocurren cuando se usa una palabra o expresión distinta para referirse a una misma cosa o situación, como por ejemplo, decir aguacate a la palta, rumbear por bailar, o chévere por bueno; y en tercer lugar, y a nivel más profundo, se encuentran los cambios de carácter morfosintáctico (gramatical), por ejemplo, decir “más nada”. En ese caso, afecta a la estructura, y eso tiene que ver con el pensamiento, con cómo la persona se organiza cognitivamente.

Puntos estratégicos

Si bien los inmigrantes están ubicados en lugares muy específicos, como panaderías, restoranes, peluquerías y en las micros, advierte que se trata de puntos estratégicos de amplia concurrencia, lo que implica que el chileno tiene la opción de escuchar entonaciones, léxicos y gramática distintas. Los investigadores llaman a ellos como lugares de alta “irradiación lingüística”, que significa que una persona escuchará una palabra, la memorizará y, probablemente, la utilizará como broma, burla o en serio, en algún otro momento.

“La elaboración de glosarios y diccionarios es la primera muestra de que sí se está produciendo un fenómeno lingüístico, asociado a la inmigración. Sin embargo, es necesario esperar al menos 20 años para determinar el grado de afectación de mestizaje del habla, referido al encuentro de los hablantes de distintas zonas”, comenta el académico UPLA.

En su análisis, finalmente subraya que el fenómeno migratorio, que hoy analizamos desde el punto de vista lingüístico, enriquece nuestra propia cultura, pues -a su juicio- la diversidad apunta a una unidad, que no se relaciona con el caos ni el desorden, pues, así como las comunidades, la lengua también tienen su propia capacidad para organizarse.

“Los lingüistas, que nos dedicamos día a día, desde el punto de vista científico a estudiar todos los fenómenos del lenguaje, sabemos que, para entenderlo, tenemos que conocer todas las posibilidades que éste nos dé. Por lo tanto, la venida de nuevos vocablos, de nuevas formas de hablar, nos llenan de energía nueva en las formas de tratarnos, en nuestras formas de entendernos, de comunicarnos, de ver que el mundo no es estático y que siempre debemos ir adaptándonos… por ser diferentes no son inferiores, sino todo lo contrario, son un complemento desde el punto de vista sociocultural, humano, principalmente”,destaca el doctor Reyes.

Los niños serán clave

Desde el punto de vista de la fonoaudiología, este encuentro de hablantes también resulta ser un fenómeno interesante, especialmente, porque según advierte la directora del Departamento de Fonoaudióloga de la Universidad de Playa Ancha, María Fernanda Agudelo, los chilenos tenemos una entonación particular, no articulamos todos los fonemas, hablamos muy rápido y las “eses” finales tampoco las pronunciamos.

Por otra parte, la especialista comenta, además, que el chileno tiene esta tendencia a asumir con mayor facilidad los aspectos suprasegmentales de otras formas de hablar (la entonación), lo que se grafica por ejemplo cuando un compatriota regresa de Argentina, México o España, después de haber estado un corto tiempo.

María Fernanda Agudelo comparte, además, el planteamiento de Reyes, en el sentido de que la entonación es solo uno de los aspectos de la comunicación que podría verse influenciado tras la convivencia de inmigrantes y chilenos. Hoy en día -comenta- el mejor ejemplo de este encuentro se da en la gastronomía, donde el término “arepa” (pan de maíz) no es desconocido para nadie, como sí lo era hace 20 años.

A su juicio, el grado de impacto en la forma de hablar de los chilenos a causa de la inmigración colombiana, venezolana o peruana, se verá en el futuro, pues hoy los niños de dichos países están insertos en el mundo escolar. Probablemente -advierte Agudelo- esta convivencia facilitará que los niños chilenos amplíen su vocabulario, comiencen a hablar más lento y pronuncien mejor, surgiendo así una nueva forma de hablar de los chilenos.

“Pienso que los cambios son positivos… yo soy colombiana y cuando llegué acá, me costaba mucho entender cómo hablaban los chilenos. Entonces eso hace que uno pida que repitan, pida que hablen más lento, lo que será recurrente entre los mismos niños. Cuesta entenderlo al principio, pero tal vez eso lleve al chileno a tomar conciencia de su propia forma de hablar. Entender que la velocidad es alta, entender que si va a hablar con estas otras personas debe controlar su velocidad y articular mejor, todo lo cual actuará como un elemento regulador del habla de los chilenos”,anticipa la fonoaudióloga UPLA.

Expresión de una realidad

Para la directora del Departamento de Sociología de esta casa de estudios, Tania de Armas Pedraza, el énfasis del lenguaje y el vocabulario de los inmigrantes está dado porque estos inciden en la construcción social de la realidad. Es decir, cómo a través de las palabras y de sus significados las personas (en este caso migrantes) expresan una cultura.

“Quienes llegamos (porque yo también soy migrante), usamos un vocabulario diferente, que es portador de una cultura. En Cuba, por ejemplo, para reaccionar frente a un problema, se dice “no cojas lucha”, expresión que está contenida en el contexto de una cultura que transmite una receta de cómo enfrentar un problema. Por lo tanto, todas las palabras que ponemos en juego traen una significación que es cultural”, comenta la académica cubana, quien sostiene que en la interacción con los chilenos también hay un intento por decodificar y entender el contexto histórico y cultural de lo que se dice.

Ejemplifica lo anterior al comentar que los cubanos que llegan a un local comercial usan mucho la expresión “mi vida”, “mi amor”, en un contexto de amabilidad, sin la carga afectiva que sí tiene para los chilenos. Es más, como para los chilenos estas expresiones reflejan cercanía, confianza y cariño, perfectamente podrían sentirnos acosados al escuchar que alguien se dirige a ellos de esta manera.

La socióloga advierte que más allá de las palabras o expresiones que usamos, la forma de relacionarnos también refleja diferencias entre los chilenos y los inmigrantes caribeños. Estos últimos –dice­–, a pesar de verse más amables, son a la vez más frontales y directos en su interacción, y no dudan en comunicar cuando algo no les acomoda. Comenta que los caribeños dicen, por ejemplo, “¿me puedes alcanzar eso?, los chilenos dicen en cambio “por favor, ¿usted me podría pasar eso?”, entonces, hay matices a la hora de construir la oración, que dan cuenta de una realidad cultural.

De todos modos, más allá de los análisis, las certezas del efecto que los inmigrantes caribeños producen en el hablante chileno las veremos en al menos dos décadas, cuando los niños que hoy comparten espacios en las salas de clases sean adultos y habitantes de un país más enriquecido, más cosmopolita e inclusivo.