A los 16 años comenzó a crear sus primeros juguetes y hoy continúa entregando felicidad a los niños.
Todos los días, a las nueve de la mañana en punto, Carlos Morales Rojas llega hasta el taller de madera del Centro de Detención Preventiva (CDP) de Casablanca y comienza a trabajar en algunas de sus creaciones que luego son vendidas por su hermana. De esta manera, el hombre de 60 años recauda dinero para ayudar a su familia y para sus gastos básicos.
La buena conducta mantenida por el privado de libertad le permitió acceder a los talleres laborales que mantiene Gendarmería en cada una de sus unidades penales, situación que le ha sido de gran ayuda y que le ha permitido dedicarse a la confección de juguetes de madera y artículos de decoración.
Carlos recuerda que comenzó en este oficio en su adolescencia y lo retomó durante su permanencia en la unidad penal.
“Más o menos yo aprendí como a los 16 años. La gente prefiere estos juguetes de madera porque no se ven, se ven poco. Es puro plástico ahora. Me ha ido súper bien, gracias a Dios. Lo vendo todo, todo, y me mandan a hacer cosas, así que yo hago los pedidos y los mando para afuera. Ayudo a la familia para que no salga del bolsillo de ellos”.
“Hacemos cositas para los niños y vendimos cuando hay visitas. Ahora, como no hay visitas, las mando para afuera. Viene una hermana y las lleva. Yo tengo una verdulería en Rapel de Navidad y las pone en un tablerito y ahí se venden. Para los niños me mandan a hacer cosas”.
La jefa técnica regional (s) de Gendarmería, Lilian Muñoz Martínez, destacó que las actividades laborales desarrolladas por personas privadas de libertad “tienen como propósito esencial entregar herramientas que contribuyan a la integración y reinserción de quienes se encuentran recluidos. Dichas actividades están orientadas a crear o preservar hábitos laborales y sociales, de tal modo de poder reforzar la identidad personal o prosocial. Pretende, además, que el interno, al desarrollar esta actividad, pueda favorecer el desarrollo económico, tanto de él como de su propia familia”. Cuando el reloj marca las 16:00 horas Carlos deja sus herramientas y se retira pensando en que en unos días más sus juguetes estarán en manos de un niño, quien disfrutará de su trabajo realizado con esmero y cariño.