El experto en bioclimatología, Fernando Santibáñez, estima que el viento debiera aumentar su velocidad promedio en torno a 30% hacia el año 2050, lo que incidiría en un aumento en los riesgos y en las estrategias de control de incendios.
A comienzos de enero el humo, proveniente de los incendios que han afectado a Australia los últimos meses, llegó a Sudamérica. El responsable de que la inmensa columna gris recorriese los cerca de 12.000 kilómetros que separan Chile del país oceánico, es el viento, un fenómeno meteorológico de vital importancia en la situación climatológica actual y que en nuestro país incidirá cada vez más en el manejo de incendios.
De acuerdo al análisis del ingeniero agrónomo de la Universidad de Chile y doctor en Bioclimatología de la Universidad de Paris IV, Fernando Santibáñez, hay una serie de cambios que está atravesando la situación climatológica actual de Chile.
De acuerdo a los cálculos de su consultora (Infodep) dedicada a la información agroclimática para el sector agroforestal, el viento debiera aumentar su velocidad promedio en torno a 30% en las próximas tres décadas. “Esto no hará sino complicar las tareas de prevención y control del fuego”, explica el doctor Santibáñez.
En los últimos años han aumentado los temidos puelches, vientos que provienen del este y que se producen cuando la presión atmosférica del lado argentino sube y en Chile baja, comprimiendo y calentando el aire que baja de la cordillera soplando hacia los valles, elevando el riesgo de incendios al máximo.
A este fenómeno se suma una sostenida reducción en las caídas pluviométricas como consecuencia de la expansión del desierto de Atacama hacia la zona central. “Durante el siglo XX la precipitación se redujo en un promedio 15% a 30%, siendo más aguda la caída en regiones costeras”, detalló. Junto con esto, “la temperatura, como en la mayor parte del mundo, ha subido en cerca de 1°C, lo que está haciendo más frecuentes los extremos de calor en verano, llevando los termómetros a cifras que pronto quebrarán los récords históricos”, añadió. Esos dos factores explican en gran medida que las tasas de evaporación hayan aumentado entre 5% y 8%, lo que hace que la lluvia se evapore más rápidamente.
Considerando que este escenario de temperaturas altas, humedad baja y vientos aumenta el peligro de incendio, el investigador ha desarrollado un sistema capaz de advertir zonas de riesgos de incendio con 5 días de anticipación. “El sistema llamado Metfor, analiza hora a hora lo que ocurrirá con las temperaturas, el viento, la humedad y otras variables cuya combinación aumenta el riesgo de incendios”, explica.
El sistema se basa en las proyecciones de varios modelos atmosféricos, cuyo set de datos se obtienen a diario de centros mundiales de excelencia en la meteorología sinóptica. Mediante una modelación numérica del territorio nacional, llevan dichas proyecciones a una densidad de 1 x 1 Km, calculando un índice de peligrosidad que va desde nulo en días de lluvia, hasta crítico, pasando por alertas de varios niveles.
Poder anticipar estos escenarios de riesgo permite a los sistemas de protección “ser más eficientes en la asignación de los recursos para la prevención y el combate, ahorrando importantes cantidades de recursos financieros, a la vez que siendo más eficiente en el ataque de un incendio cuando éste se declara, pues se habían anticipados los riesgos”, afirmó el bioclimatólogo.
Por su parte, el presidente de CORMA, Juan José Ugarte, señaló que “es muy importante incorporar esta evidencia científica sobre lo que representa el cambio climático, con alzas de temperatura, disminución de lluvias y aumento de vientos, para ser capaces de anticipar escenarios y tomar acciones que permitan mejorar el desempeño tanto en silvicultura preventiva, como en el trabajo con las redes de prevención comunitaria, y de manera muy importante, fortalecer la educación ambiental en nuestro país”.
Causalidad humana
Pese a la relevancia del clima, Santibáñez afirma que la principal causa de los incendios rurales y de vegetación en Chile sigue siendo mayormente humana. “Una parte importante es por descuido de una población no suficientemente consciente de la responsabilidad que uno tiene cuando hace fuego y otra parte tiene clara intencionalidad por parte de personas que tienen una visión perturbada de la realidad”, asegura.
Asimismo, recomienda el uso de sistemas de alerta de riesgo y una acción masiva en educación. “No se trata de una campaña de información, sino de educación que haga ver a la población que los incendios de vegetación nos empobrecen a todos, el ser humano es un elemento más de una cadena que se corta abruptamente cuando hacemos desaparecer a la vida de la superficie del planeta”, indicó.
Para reducir esta causalidad Santibáñez hace énfasis en la educación. “Debiéramos preparar más material gráfico que explique cómo se deterioran nuestra posibilidades de subsistir cuando se degrada la vida del planeta (…) Hay que sacarle tecnicismos a la educación ambiental y colocarle más elementos valóricos y emocionales, de no ser así, nunca lograremos un cambio de actitud de la población”.
Y en lo que respecta las plantaciones, el ingeniero agrónomo recomienda un diseño con “bordes de seguridad más estrictos que retarden el desplazamiento del fuego, incluida la supresión del combustible fino en zonas con contacto humano”.
A su juicio, “los bosques permiten bajar la temperatura superficial por cuanto disipan parte de la radiación solar que, de otra forma, se transforma en calor cuando llega al suelo. En las cercanías de zonas urbanas y zonas de cultivo reducen el viento, mejorando la habitabilidad por una parte y la protección de cultivos por otra”. En base a ello considera que los programas de reforestación “jugarán un papel vital en el cumplimiento de la meta de Chile para ser un país carbono neutral en 2050”.