Dra. Verónica Rubio Aguilar,
Directora de carrera Trabajo Social, Universidad Santo Tomás, Viña del Mar.
Cuando estamos a horas de una nueva conmemoración del 8 de marzo, resurgen en nuestros sentidos más que nunca la necesidad de ejercer nuestros legítimos derechos. En un año cruzado por la precariedad en que nos ha dejado la crisis sociosanitaria que habita nuestro país y nuestro continente, miles de mujeres y niñas en Chile y América Latina, sufren los estragos de la violencia de género al interior de sus mundos privados, conviviendo a diario con sus agresores. Estas cifras crecen a pasos agigantados, normalizando la violencia física, psicológica, sexual y patrimonial, que en demasiadas ocasiones terminan en femicidios.
Pareciera ser que perdemos la capacidad de asombro y ya se nos está haciendo costumbre la muerte de mujeres en manos de sus parejas o de cualquiera que decida acosarlas, violarlas y asesinarlas. Basta ya de este abuso de poder que hace pensar a algunos que las mujeres somos propiedad de un otro. Quienes tenemos el privilegio de estar en la otra vereda de esta cruenta realidad, tenemos la obligación de denunciar, de remecer, de solidarizar. El privilegio obliga.
Ya lo decía en su tiempo María Zambrano, filosofa española, “prefiero una libertad peligrosa, que una servidumbre tranquila”. Por ello, no dejemos de aclarar que el 8 de marzo no se celebra, sino que se conmemora un hecho histórico que nunca debió ocurrir: la muerte en un incendio de 146 mujeres y niñas que luchaban por sus derechos laborales. Por ello piensa, reflexiona y detente, antes de recibir flores y manifestaciones que exalten tu femineidad, estereotipándote como un complemento de lo masculino, del cuidado y lo doméstico.
Piensa en tus hijas y nietas, en la fuerza de estas nuevas generaciones de jóvenes valientes y poderosas, que hoy continúan la lucha que nuestras madres y abuelas iniciaron o no pudieron iniciar silenciadas por el patriarcado que las hizo ser propiedad de sus padres y esposos. Piensa en estas generaciones valientes que hacen que ser mujer sea hoy una construcción social de fuerza, libertad y resistencia y no una identidad marcada por la precariedad, violencia y vulneración.
Marcha por ti, por mí y por todas. Lucha por ti, por mí y por todas. Resiste por ti, por mí y por todas. Vive sin miedo y sin violencia, que ser mujer sea un privilegio para todas y cada una, y no solo para quienes podemos escribir estas palabras.